Llegamos a On Air y, efectivamente, aquello ya está de bote en bote faltando aún unos 25 minutos para que comience. Encontramos un lugar para sentarnos en una esquina y Georgina, de nuevo, se presenta y sugiere que se formen equipos de entre seis y ocho personas para poder resolver mejor las pistas del Escape Room. Al lado nuestro hay un grupo de seis personas y nos unimos a ellos. Son estadounidenses de Carolina del Norte y una de ellas habla algo de español por lo que entre nuestro inglés nivel y su español de aquella manera nos tendremos que entender.
[align=center]MATERIAL DE JUEGO PARA EL ESCAPE ROOM DEL CRUCERO

Nos entregan un sobre con las pistas y nos explican que realmente no se trata de una Escape room al uso sino de hacer de detectives para resolver un robo de joyas en un museo y encontrar al culpable. En dicho sobre vienen las tarjetas de los sospechosos con información relevante de cada uno, un plano del museo y diversos “juegos” que darán pistas y que, a su vez, permitirán resolver otros hasta llegar a dar con el ladrón. Mientras se terminan de conformar los equipos, nuestra compañera norcarolina nos comenta que este tipo de juegos son muy populares allá en su país y que se estila mucho llevarlos a cabo en pubs participando con amigos y contra otras personas.
Por de pronto, nos vamos repartiendo las diversas actividades que van a dar lugar a la consecución de pistas y que abarcan aspectos tales como sudokus, origami, asociación de palabras o acertijos matemáticos. Por de pronto, de los ocho parece que al menos cuatro vamos a jugar de medio estorbo: tres señoras mayores que forman parte de su grupo y un servidor que, a la vista de lo que hay, ya ha cortocircuitado. La norcarolina que habla español, una pareja joven y mi acompañante parece que van a llevar la voz cantante.
Georgina dispone unas tarjetas con unas pistas iniciales para arrancar el juego y nos indica que la duración del mismo es de cuarenta y cinco minutos, lo cual parece escaso para todo lo que hay que averiguar. Comienza la partida y, para colaborar en algo, me acerco a enterarme de las ayudas.

Mi acompañante y la norcarolina se ponen con el sudoku y la cruzada de números, la pareja joven con las tarjetas de sospechosos y otra cosa, las señoras mayores simulan que hacen algo y yo me limito a ordenar los diferentes juegos para tenerlos a disposición del resto según vayan acabando los demás y les sea más fácil seguir el hilo. Como acabo y no voy a aportar nada a lo que están resolviendo me pongo con el origami. Más o menos entiendo que doblando el papel en una secuencia concreta voy a conseguir un número en cuestión que va a desbloquear la siguiente pista pero doblo, redoblo y no llego a ninguna conclusión. Mi acompañante y la norcarolina resuelven lo suyo y ésta me agarra el papel doblado y soluciona en un par de minutos lo que yo llevo diez dando vueltas.
Pasan los minutos pero no avanzamos. Cuando quedan cinco minutos nos damos cuenta de que no lo vamos a resolver ni de coña pero ya un equipo canadiense (¡ojo con los de la hoja de arce, que son unos máquinas…!) ha logrado dar con el sospechoso y ha ganado el juego. Dos equipos más se les suman antes de que la cuenta llegue a cero y el resto nos quedamos con cara de tontos. Por último, Georgina muestra en la pantalla las respuestas y, claro, a toro pasado todo es más fácil y ni eso.
Nos despedimos de los norcarolinos y nos comentan que ellos juegan bastante a este tipo de juegos y que éste en concreto les ha parecido complicado. No hay más que decir…
Aún queda bastante tarde por delante pese a que hoy habrá que recogerse pronto ya que hay función de teatro a las 20:00 y hay que arreglarse antes porque, además, hoy el código de vestimenta sugerido es lucirse a base de bien.
Una prospección rápida en cubierta nos señala que se ha quedado una tarde muy agradable y que invita a darse un remojón por lo que pasamos por el camarote a cambiarnos. Allí nos encontramos una escultura toallera, cortesía de nuestro cabinista invisible.

A continuación, buscamos y encontramos un par de tumbonas al solecito. Caen un par de helados para merendar, porque el esfuerzo mental pasa factura, y se suceden los chapuzones, algún tobogán de agua y un jacuzzi para entrar en calor. Un DJ, distinto a Anónimo 1, pone buena música y ello acompaña bastante en disfrutar de estos buenos momentos.

Llegado el momento regresamos al camarote, nos ponemos “pibón”, que diría la nochentera, y nos acercamos al teatro Amber a asistir a la representación de magia “Hector is magic”.
Antes de nada hay que resaltar mi absoluto escepticismo en lo relacionado con este tipo de actuaciones en el sentido de que mi apreciación es que está todo preparado y amañado incluida la participación del público en los diferentes trucos. Todavía me acuerdo del año pasado, en el Voyager, cuando el mago actuante, en un momento de la función, interactuó con una persona del público pareciendo todo muy improvisado y espontáneo. Pues bien, un rato después vi a esa persona con una chapa de tripulante en la solapa, señal de que, de espontáneo, nada.

Mientras esperamos uno observa determinados procederes de alrededor. En la primera fila del patio de butacas han colocado unos paños con el distintivo de RESERVADO y, de cuando en cuando, un señor muy trajeado y estirado se acerca a colocarlos bien y a inspeccionar la zona. En un momento dado se acerca un matrimonio con un niño y el tripulante trajeado sale disparado a su encuentro, se genuflexa y les indica que se sienten en los reservados con muchos aspavientos. A continuación ordena a un camarero que se acerque para que puedan pedir bebidas si lo necesitan y se acerca personalmente a por una caja de palomitas para abastecer al infante. Debe tratarse de lo que Royal Caribbean considera como “Genios” y que son mayordomos que atienden de manera exclusiva a los pasajeros que han contratado las cabinas más caras y con servicios a medida. “Poderoso caballero es don Dinero”, que decimos por aquí o “dove l’oro parla, ogni lingua tace”, que también se dice donde mañana atracaremos.
Comienza el espectáculo y el mago Héctor se presenta. Se trata de un artista sevillano que parece que lleva en este mundillo bastante tiempo. Mientras actúa utiliza tanto el inglés como el español por lo que no nos perdemos detalle y, la verdad, se agradece. Los trucos, unos mejores que otros, tienen su aquél y tira bastante de sucedidos familiares y de nostalgia lo que le da una pátina bastante entrañable.
Llegamos a la madre del cordero que intentaré describir de la manera más fiel posible aunque mis recuerdos andan borrosos: en uno de los trucos se produce la siguiente secuencia: el mago, teléfono móvil en mano, habla de sus deseos de la niñez, de lo que quería ser de mayor y comenta que ha escrito una secuencia de números en un papel, el cual dobla y hace una bola que pasa a un espectador para que le señale un número. A continuación, éste lo lanza a otro asistente que a su vez marca números aleatorios en la calculadora del móvil del mago y éste, de nuevo lo vuelvo a arrojar a otra parte del patio de butacas. La bola cubre una trayectoria parabólica y cae a mi lado. ¡Tierra, trágame!...
El mundo se detiene y como a mi lado la butaca está vacía no me queda otra que recoger la bola. El mago entonces se dirige a mí y me solicita que le facilite mi número de camarote. Tras el impacto inicial y metido ya en harina, por descartar “casualidades”, manifiesto un número inventado al azar y el artista lo añade a la secuencia de la calculadora. De seguido, comenta que ha hecho una lista con los treinta y cinco cruceros correspondientes a la flota de Royal Caribbean Internacional y me pide un número del uno al treinta y cinco. Me lo pienso y opto por un número alto, el veintinueve. A continuación el mago llama al niño VIP de las palomitas de la primera fila y le invita al escenario. En primer término le pregunta que qué quiere ser de mayor y el chaval le contesta que quiere ser youtuber (la extinción de la Humanidad como la conocemos hoy día se acerca de manera inexorable…). Nunca sabremos la reacción de los padres ante semejante manifestación de su retoño pero daría para una buena charla…
Bueno, el caso es que el mago le pide al niño que se fije en el listado de barcos que aparece en la pantalla del móvil y le diga el nombre al que corresponde el número veintinueve que previamente yo había facilitado y de nuevo se dirige a mí para que me ponga en pie, desdoble la bola de papel y la muestre al resto de asistentes a la función.
He de decir que por temas laborales estoy relativamente acostumbrado a hablar delante de grupos reducidos de gente pero en nada se le parece cuando sientes que sobre tus hombros se posan las miradas de unas mil personas pendientes del siguiente gesto de uno (el teatro Amber tiene una capacidad de 1.380 asientos y estaba prácticamente lleno). Con las mismas desdoblo el papel donde aparece una secuencia de números, me giro a la concurrencia y muestro la misma a derechas e izquierdas, arriba y abajo. No me llega la camisa al cuerpo….

Del resto me quedo aquí para no dar más información de la necesaria y mantener la "magia" pero se podrá hacer el amigo lector una buena idea. Todo cuadra, todo coincide y el teatro es un clamor. Me siento, guardo mecánicamente el papel como recuerdo y mi mente intenta asimilar lo que acaba de ocurrir. Me acabo de caer del caballo cual Saulo de Tarso camino de Damasco….
Me quedo tan impactado que sólo recuerdo vagamente el resto del show. Finaliza el mismo y aplaudimos rabiar mientras enfilamos la salida del teatro. De camino, una señora me reconoce, pone cara traviesa y me pregunta, en inglés, si estoy conchabado con el mago. Esbozo una sonrisa picarona y niego con la cabeza de forma vehemente. Todos los del alrededor sueltan la carcajada. Vivimos todos la magia del momento…..
Como aún quedan unos minutos para acercarnos a cenar paseamos por la Royal Promenade con tranquilidad mientras abren las puertas del comedor. Comprobamos que la sugerencia de vestimenta de hoy, “su mejor look”, ha sido tomada de manera desigual por parte del pasaje. Por un lado vemos un matrimonio y dos niños vestidos todos como si volvieran de celebrar la primera comunión. Por otro lado una pareja, ella con vestido largo, él con pantalón corto multibolsillos y camiseta de manga corta con un logo de “El Señor de los Anillos”. La palma se la llevan un grupo de norteamericanas muy ostentoso con trajes de noche muy ceñidos y que parecen una ristra de morcillas de Burgos. Hay de todo, gente muy arreglada y otras que parece que es lo que se ponen para estar en casa. Es lo que hay….
De lo que acaeció el resto de noche se dará cumplido relato en la siguiente y movida etapa.[/align]