Ya de noche, llegamos a nuestro alojamiento de la jornada, el Hotel Phowadol Ressort and Spa, ubicado a unos siete kilómetros del centro de la ciudad. Este fue el hotel que menos me gustó de los cinco en los que estuvimos. Ubicado entre canales y una frondosa vegetación, está compuesto de habitaciones tipo bungalow y villas rodeadas de agua, en cierto modo similar al de Sukhothai, pero sin alcanzar su toque idílico. Aunque el entorno es bonito, tanto las instalaciones como las habitaciones necesitan una actualización y, aunque no es que estuviera cutre-cutre, se agradecería un poco más de esmero en la limpieza.

Pensé llamar a un tuk-tuk para dar una vuelta, pero al final no me decidí porque me sentía un poco cansada. Estuve paseando con mi amiga por el resort y me picó el único mosquito de todo el viaje.


La mañana siguiente amaneció con niebla, algo nada extraño considerando la humedad que había allí. También la temperatura era más baja que en el sur: unos diecisiete grados. Necesité ponerme una chaqueta y llevar a mano el chubasquero, aunque luego no lo utilicé.

El itinerario de la jornada incluía dirigirnos a la localidad fronteriza de Chiang Saen para conocer el llamado Triángulo de Oro y también uno de los museos dedicados al tema del opio. Después, volveríamos a Chiang Rai para visitar los sus dos templos más famosos, el Azul y el Blanco. Finalmente, viajaríamos hasta nuestro hotel en Chiang Mai. En total, poco más de 300 kilómetros. Por cierto, no sé si he comentado que la palabra “chiang”, del dialecto tailandés del norte (lanna), se traduce al español como “pueblo” o “ciudad”; de ahí que se repita tanto.
Itinerario de la jornada según Google Maps.


Tras desayunar a las seis, una hora más tarde, emprendimos camino hacia Chian Saen, nuestro primer destino del día.

Triángulo de Oro: la ruta del opio.
Desde Chiang Rai hasta Chiang Saen hay unos 67 kilómetros, que se hacen en una hora por carretera. El paisaje me pareció muy bonito, aunque la niebla impedía contemplarlo bien, salvo en algunos tramos donde asomaba el sol, dejando retazos del azul del cielo y el verde de la vegetación; pero eso no sucedía en Chiang Saen, una tranquila localidad fronteriza situada al norte de Tailandia, a orillas del río Mekong.


Sop Ruak.
El motivo del desplazamiento era visitar lo que se conoce como Triángulo de Oro, el lugar en que convergen las fronteras de tres países, Myanmar (antigua Birmania), Tailandia y Laos, marcadas por el río Mekong y su afluente, el Ruak. Sin embargo, ese punto concreto no está en Chiang Saen, sino unos kilómetros más al norte, en un pueblecito llamado Sop Ruak, justamente donde el Ruak desemboca en el Mekong. Una vez allí, caminando desde el puerto que se abre al río, se llega a una especie de marquesina con un letrero que pone “Golden Triangle” y que señala el sitio exacto. Quien lo desee, puede dar un paseo en barco, recorriendo teóricamente las aguas de los tres países.


Además de marcar ese hito geográfico, Sop Ruak fue el epicentro de una de las mayores redes de cultivo y comercio de opio durante el siglo XX, otorgándole al Triángulo de Oro un significado siniestro, que se ha mantenido como un símbolo aunque solo sea para atraer al turismo. A este respecto, visitamos la Casa del Opio (House of Opium), un museo donde se explica el proceso del cultivo de la adormidera, las consecuencias de su consumo y todo lo que sucedió allí, para lo cual se exponen muchos objetos, maquetas y fotografías. Se trata de un museo pequeño, quizás un poco infantil en cuanto a la metodología que utiliza, pero resulta didáctico y se recorre con agrado.

A mediados del siglo XX, se cultivaba la planta de la adormidera (amapola real o papaver somniferum) en toda la zona, dando lugar a la proliferación de peligrosas mafias que se enriquecían sin escrúpulos controlando un proceso de distribución que llegó a representar más del 70 por ciento del opio vendido a nivel mundial, una parte del cual se refinaba para obtener heroína. Los pagos se realizaban en oro, de ahí el nombre con que se conoce al Triángulo. A partir de 1959, las autoridades tailandesas prohibieron el cultivo y el comercio de opio, desarrollando en su lugar proyectos gubernamentales para que los campesinos buscasen otra forma de subsistencia mediante la producción y venta de frutas, verduras y flores, así como, posteriormente, la promoción del turismo.

Para quienes estén especialmente interesados en el tema, hay otro museo más grande e importante, llamado “Hall of Opium”, a unos kilómetros de distancia. Personalmente, tuve suficiente con lo que vi en la Casa del Opio.

Wat Phratat Doi Phu Khao, el templo del antiguo Buddha de Chiang Saen.
Había leído que a un costado de la Casa del Opio hay un camino para llegar a un punto panorámico más alto, desde el que se divisa mejor el punto fronterizo de unión de los tres países. Así que allá que fui. Lo que no sabía es que me iba a topar con este templo; bueno, en realidad fueron dos templos. Aunque vi que podía ir por una carretera lateral, caí en la tentación de ascender a través de una misteriosa y empinada escalinata flanqueada por nagas (serpientes mitológicas). Fueron unos cuantos escalones y me costó jadear un poco.


Una vez arriba, llegué a un templo bien conservado, con su campana y sus budas. En esta parte más alta ya divisé buenas vistas de Sop Ruak y de las tierras de Laos, al otro lado del río. Lástima que hubiese niebla.


Continué por un camino hasta llegar al templo antiguo, que data del siglo VIII, época de la que solo sobreviven el viharn y los chedis, derrumbados eso sí. En el entorno, hay más estructuras y otra escalera.

Mirador Superior del Golden Triangle.
Un poco más adelante, alcancé el mirador propiamente dicho, junto al cual hay una escultura de Phra Buddha Sirirat. Allí no había un alma aparte de mí, aunque un par de chiringuitos cerrados me dieron a entender que en algún momento hay turistas que suben aquí. De nuevo, la niebla me fastidió algo la panorámica, aunque no me impidió divisar las aguas marrones del río Mekong.

Embarcadero de Sop Ruak.
A continuación, bajé hasta el embarcadero junto cual hay llamativos altares y estatuas, entre las que destaca un gran Buda dorado sobre un templo que se halla encima de una estructura con forma de barco. Enfrente, edificios modernos de Laos.


Un rato después, ya en el camino de regreso a Chiang Rai, la niebla se había evaporado por completo y lucía el sol.