Salimos de Bangkok muy temprano, a las siete de la mañana, lo que se convertiría en rutina los días siguientes. Nadie protesta, por supuesto, ya que aprovechar el tiempo al máximo es una necesidad en estos viajes de corta duración. El recorrido de la jornada comprendía el traslado desde Bangkok a Sukhothai, donde estaba fijado el alojamiento, visitando de camino Ayutthaya y Ang Tong. Era el día con el trayecto más largo, un total de 465 kilómetros, que se tardan en recorrer una seis horas y media. Los viajes por Tailandia no son rápidos, pues aunque tienen carreteras desdobladas no todas equivalen a nuestras autopistas, con lo cual la velocidad media baja bastante.
Itinerario aproximado de la jornada según Google Maps.


Menos mal que al ser domingo, a esa hora tan temprana no pillamos ningún atasco al salir de Bangkok. La guía local nos explicó que fuera del casco urbano no existen transportes públicos que pueda utilizar la población que vive en las afueras y trabaja en Bangkok. De ahí los atascos terribles y la proliferación de motos, pues en ellas resulta más fácil moverse y, además, no todo el mundo dispone de dinero para comprar un coche.

Por el camino, comenzamos a ver los inmensos campos de arroz (kao) que convierten a Tailandia en el segundo mayor exportador de arroz del mundo después de India. El más consumido y apreciado en el país es el llamado arroz jazmín, de grano largo pero con una consistencia blanda y pegajosa al cocinarse, de modo que lo emplean a modo de nuestro pan.



Un asunto a tener en cuenta, tanto en pueblos y ciudades como, sobre todo, en los parques arqueológicos es la gran cantidad de perros callejeros que pululan por todas partes. No vi ninguno que se comportase de modo agresivo, pero aunque nos dé mucha pena, por motivos obvios lo mejor es ir con cuidado y no tocarles ni llamar su atención.
Desde Bangkok a Ayutthaya hay unos 80 kilómetros, que se hacen en una hora aproximadamente, dependiendo del tráfico. La antigua capital se localiza en la confluencia de tres ríos, en una formada por el río Chao Phraya, que se transformó en una isla mediante la construcción de varios canales, por cuyas orillas todavía se puede pasear.


El rey U-Thong fundó la ciudad en 1350 y la convirtió en la capital del reino de Ayutthaya o Siam. Durante cientos de años, gozó de prosperidad y riquezas, y a mediados del siglo XVII era un importante centro comercial donde se distribuían tanto productos locales como otros procedentes de China y Japón, sobre todo maderas de teca y sándalo, azúcar, cuero, marfil, sedas y pieles.


La ciudad fue destruida en 1767 por el ejército birmano durante la guerra de Birmania con Siam. La familia real fue hecha prisionera, al igual que 90.000 de sus habitantes. Como consecuencia, la capital se trasladó a Thon Buri y poco después a Bangkok. La nueva Ayutthaya se erigió a pocos kilómetros de la antigua, donde se conservan las ruinas de sus palacios, templos, monasterios y estatuas, que ahora forman parte de un Parque Histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1991. Abre diariamente de 08:00 a 17:00. El precio para visitar cada templo es de 50 bahts. Hay un abono para seis templos que cuesta 220 bahts. También se puede acceder a varios museos.

Vida diaria en torno a Ayutthaya: los monjes también van a hacer la compra.

El recinto es muy grande, ya que abarca unos 15 km2, así que conviene seleccionar previamente lo que se quiere ver dependiendo del tiempo disponible. Se puede recorrer a pie, alquilando una bici o contratando un tuk-tuk. Los templos más importantes (recordar que se trata de recintos no de interiores) son Wat Chai Watanaram, Wat Na Phramen, Wat Phra Sri Sanphet, Wat Yai Chai Mongkhon, Wat Lokaya Sutha, con un gran buda reclinado, y Wat Maha That, con una cabeza de Buda entre las ramas de un árbol. No los visitamos todos.

Como fuimos a primera hora de la mañana, había muy poca gente, por lo cual nos movimos con total tranquilidad, haciendo fotos a nuestras anchas. El cielo estaba nublado y había poca luz, lo que otorgaba al entorno un aire no especialmente bonito pero sí un tanto misterioso. Más tarde, empezaron a llegar muchos más visitantes y la magia se perdió un poco. Me llamó la atención la sugerente mezcla de colores rojizos, naranjas, marrones y blancos.


Wat ChaiWatanaram.
De estilo khmer, fue construido en 1630 por el rey Prasat Thon. Cuenta con un imponente prang de 35 metros de altura y ocho torres adornadas con 120 estatuas de Buda. Está bastante bien conservado, pese a que una de las torres presenta un andamio, afeando un pelín el conjunto.



Situado en la orilla oeste del río Chao Praya, fuera de la isla que constituía la antigua ciudad, es uno de los templos más bonitos de Ayutthaya. La estructura principal cuenta con cinco pagodas rodeadas por claustros, con una pagoda principal en el centro, rodeada a su vez por cuatro pagodas con sus correspondientes claustros. Se puede ver muy bien cómo era en una maqueta que hay en el exterior.


Merece la pena dedicarle un ratito a todo su entorno. Como curiosidad, mencionar las numerosas tiendas que, además de los típicos pantalones con elefantes para turistas, venden o alquilan las vestimentas tradicionales tailandesas para que los visitantes (sobre todo las jóvenes locales) puedan hacerse fotos en los templos, algo que al parecer les gusta mucho, pues lo presenciamos en varias ciudades.



Wat Phra Sanphet.
Está situado en la zona noreste, cuyo se encuentra en un entorno verde y muy bonito, con canales, puentes y vegetación, incluso árboles con grandes raices.


Este templo es el mayor del complejo, el más bello y el que se consideraba el más sagrado. Sirvió de modelo para el templo del Buda Esmeralda de Bangkok. Al ser el templo real, no vivían monjes en su interior.



Rodeadas por otras más pequeñas, destacan sus tres grandes pagodas en forma de campana, bajo las que, según cuenta la leyenda, se depositaron las cenizas de los tres primeros reyes de la ciudad.


Datan de finales del siglo XV y principios del XVI. Se puede pasear entre los restos de los cimientos, sus paredes y las antiguas estatuas. Forman un conjunto muy atractivo y fotogénico.



Wihan Phra Mongkhon Bophit está al lado del anterior y se ha reconstruido por completo, tanto por dentro como por fuera. Llama la atención su aspecto entero y reluciente en contraste con las ruinas aledañas. En varias fotografías que hay en el interior, se puede comprobar el estado en que se hallaba el templo y su enorme Buda que ahora continúa en proceso de restauración.
